Tony Millionaire
Tony Millonaire (Scott Richardson, 1956) se graduó en la Massachusetts College of Art. Ha vivido en Florida, California e Italia antes de establecerse en Berlín en la década de los ochenta. A principio de los noventa se traslada a Brooklyn donde empieza a dibujar regularmente tiras cómicas. Conocido principalmente por Maakies y Sock Monkey, sus ilustraciones aparecen frecuentemente en publicaciones como The New York Times, The New Yorker o Wall Street Journal. Nada mejor para amar a Millionaire que leer sus tebeos y alguna que otra entrevista:¿Un día entonces decides dejar de beber alta graduación y pasas a la cerveza? | Sí. De hecho, otra de las cosas que influyó en esta decisión fue el tema de las tiras cómicas. Empecé a tener esa constante en mi vida, unos plazos de entrega con los que cumplir con regularidad y una ocupación en la que, de alguna forma, podía verter todo mi cabreo y mi frustración. Era una especie de vía de escape. La verdad es que me salvó. A partir de entonces, aunque seguí bebiendo, como es natural, todos los lunes me obligaba a bajar al garaje y dibujar la tira. Me decía a mí mismo: «Venga, haz lo tuyo, dibuja la tira, tenemos que terminarla y cumplir con los plazos si no queremos mandarlo todo a la mierda». Los del periódico no se andaban con chiquitas, y menos en aquella época. Estaban todo el rato llamándome por teléfono para apretarme las tuercas, en plan: «Millionaire, sabemos que estás de resaca. ¡Queremos la tira para ayer! ¡Vas con quince minutos de retraso!». Qué estrés, la virgen. Tenía que ponerme a ello sin más remedio. Y no estaban de coña, no. Era justo lo que me hacía falta, la verdad.Cuando me vi en esa tesitura, aunque sabía que no quería dejar de beber, y sigo sin querer dejarlo, era consciente de que tenía que hacer algo al respecto, así que me pasé al vino y a la cerveza. Pero entonces, el día que cumplí cuarenta, cuando vine a darme cuenta tenía una botella de Merlot en cada mano y me las estaba zampando a la velocidad del demonio. Acabé subido encima de un taxi, dándole golpes en la ventanilla mientras gritaba: «¡¿Por qué no dejas que nos subamos seis a la vez?!». El tío acelera y digo: «Bueno, mejor me tiro». Así que me tiro, aterrizo, me rasgo todos los pantalones por la zona del costado y encima me hago un corte enorme. Me jodí la espalda entera, estaba lleno de sangre y moretones, y además tenía la cara toda magullada. Ahí fue cuando dije: «A partir de ahora, solo birra».